PÁGINAS

domingo, 21 de julho de 2013

DEVANEIO

Las margaritas se dibujan a sí mismas a los costados del camino. Completo y definido, el tejado recibe un baño intenso de una luzmeridiana. Hay polen invisible. Hay aves que se ocultan. Hay pecesque, nadando, conocen el final del agua, el fondo de la mano inmensaque hace un cuenco y le ofrece agua a la sed infinita de la tierra. Haycalor y montañas. Más lejos hay pinares, y después todo —o nada— azul. Más allá hay una mesa y otra mano, más grande y más pequeña, rozando con los dedos el paisaje. Hay una pared blanca yuna bombilla débil que parece la horca de una cabeza iluminada. Hay una silla, un hombre insomne, un salón en silencio. Y al fin, revoloteando, hay el espectro rojo de una figura hermosa, obsesionante en camisón, los senos atenuados de piña de pinares, firmes, aromáticos, un frío espectro que se mantiene a flote detrás dela ventana y que contempla con transparentes ojos de pez alucinadolas espaldas del hombre, sentado y trabajando, solo junto a la mesa.

Andrés Neuman – Bariloche. pg. 83
(Lucimar Simon)

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