Ella lo besaba suavemente, apenas aspirando
y desordenando luego la lenta procesión del humo
con una exhalación de huracán gris. Estaban desnudos. Sobre la
cama, contemplando la porción de techo iluminada por por el velador,
no se miraban. Tampoco se oía una palabra. Respiraban con la calma
del humo. De la habitación sólo se podía entrever una silla al
costado de la cama, con la ropa doblada en respaldo, y al fondo unas
cortinas sin estampado, encendidas por el resplandor anémico que
venía de la calle.
Andrés Neuman – Bariloche. Pg 71.
(Lucimar Simon)
Nenhum comentário:
Postar um comentário
OBRIGADO, E SE LEU E GOSTOU DEIXE SEU COMENTÁRIO